El verdadero arte del esmalte al fuego, tal como lo conocemos hoy, comenzó a tomar forma durante la época grecorromana de Egipto, desde el 332 a.C. hasta el 395 d.C. Fue en este período cuando los egipcios sentaron las bases para el desarrollo del arte del esmalte. Su larga tradición de decorar metales con piedras preciosas y esmaltes se ha mantenido durante milenios y sigue siendo relevante hoy en día.
Paralelamente a este proceso, el arte del esmaltado también se desarrollaba entre las tribus celtas que habitaban los territorios de lo que hoy son Gran Bretaña y Francia. Ya en el siglo V a.C., dominaron la técnica de la creación de objetos con esmalte alveolado en bronce. En la superficie de los objetos metálicos se estampaban celdas, que luego se llenaban con vidrio de colores opacos. Esta tecnología fue posteriormente adoptada por los romanos, aunque no alcanzó una gran popularidad en Roma.